Se lo considera como el ladrón silencioso de la visión debido a que esta patología no presenta síntomas en el mayor número de casos. Es una enfermedad ocular que daña el nervio óptimo, situado en la parte posterior del ojo. Ocurre debido al aumento de la presión intraocular originada por la acumulación de fluido o humor acuoso que debe drenarse a través de un área llamada ángulo de drenaje, en este se juntan el iris y la córnea.
Antecedentes familiares, presión arterial alta, miopía e hipermetropía extremas, uso prolongado de corticoesteroides o diabetes, son algunos factores de riesgo asociados al padecimiento de glaucoma.
Existen varios tipos de glaucoma:
Glaucoma de ángulo abierto
Es la forma más común de la enfermedad. En estos casos, el ángulo de drenaje formado por la córnea y el iris permanece abierto, pero la malla trabecular está parcialmente bloqueada, originando que la presión ocular aumente gradualmente
Glaucoma de ángulo cerrado
Este tipo se produce cuando el iris de una persona está muy cerca del ángulo de drenaje en el ojo. El iris puede bloquear el ángulo de drenaje provocando que la presión ocular aumente rápidamente. Esto se llama ataque agudo.
Entre las señales de alerta para este tipo de glaucoma se encuentran:
Visión borrosa repentina, dolor intenso del ojo, dolor de cabeza, ver anillos o aureolas de arcoíris de color alrededor de las luces, entre otros.
Al no presentar síntomas en etapas tempranas, el diagnóstico y tratamiento suelen ser tardíos. El glaucoma es la segunda causa de ceguera irreversible en todo el mundo después de la diabetes; por eso, se recomienda la visita al oftalmólogo por lo menos una vez al año, sobre todo si se encuentra dentro de la población de riesgo.
CLÍNICA SANTA LUCÍA
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